¿Qué dicen los humanos, Google, cuando dicen «yo»? (p. 88)
¿Crees, Google, que a los seres humanos debería
aliviarles imaginarse como enjambres de pequeños agentes más que como
identidades bien atadas? (p. 144)
Decía Juan Carlos Rodríguez que
toda la literatura desde la matriz ideológica burguesa) trata sobre el problema
de cómo decir yo. En otro momento, De qué
hablamos cuando hablamos de marxismo, afirmaba que uno de los principales
problemas que ha tenido la política revolucionaria es que ha desdeñado o no ha
sabido cómo construir nuestros sueños, nuestros deseos, nuestras relaciones
íntimas (amistad, pareja…) desde otra clave, desde la lucha contra la
explotación, la voz íntima del yo explotado. Algo que sí ha producido el
capitalismo hasta convertirse en nuestra piel. Quédate este día y esta noche conmigo trata de decir yo desde esta
perspectiva que señalaba Juan Carlos Rodríguez: la de la producción de otra
intimidad.
Antes de entrar a señalar algunos
aspectos de la construcción de la novela, sí quisiera remarcar que la última
novela de Gopegui supone un pequeño giro respecto a las novelas anteriores
donde la militancia política era clave en la construcción de los personajes;
puesto que retorna, muy cercana a La
escala de los mapas, a una novela radicada directamente en la construcción
de la subjetividad. Parece, en este sentido, también responder a la coyuntura
actual de reflujo de los movimientos en los últimos tiempos.
La novela de Belén Gopegui se
juega en la articulación de tres dialécticas, dos de ellas construidas a partir
del tercero excluido (es decir, algo que queda fuera del marco de relación simbólica
que anula internas por medio de un tercero convertido en extraño común) y una
final que, consecuencia de las otras dos, se dirige directamente a la
estructuración misma de la subjetividad.
Google es este tercero excluido;
aunque en este caso también podríamos hablar de tercero excluyente, ya que es
él -sujeto jurídico frente a los sujetos físicos- quien puede permitir o no “ganarse
la vida” a Mateo. Al mismo tiempo Google
es el receptor de la novela, además del trasmisor del texto y el motivo del
discurso; por orden explicativo preferimos comenzar por la segunda
contradicción que es, sin embargo, la que inicia la relación entre Olga y
Mateo: la inteligencia artificial.
Los protagonistas de la novela,
Olga -pequeña burguesa propietaria con altibajos en plena vejez y cercanía de
la muerte- y Mateo -estudiante de clase obrera que busca un empleo en Google-
forjan una amistad a través del proyecto de escribir una solicitud de empleo
conjunta a Google.
Desde el primer encuentro entre
Olga y Mateo la discusión se centra en la posibilidad de la producción de una
inteligencia artificial; también de la singularidad y especificidad humana, es
decir, su subjetividad: ¿qué nos hace humanos? Durante las distintas
conversaciones Mateo y Olga van desgranando distintas posibilidades de esa
especificidad subjetiva humana que pudiera o no tener una máquina: la
conciencia, el miedo, la posibilidad del aprendizaje por el error y, en
consecuencia, la memoria, la capacidad de empatía en los vínculos con los
otros, la mortalidad… Elementos que nos convierten en específicamente humanos.
Sin embargo, esta serie de
oposiciones se resuelve casi negando todos estos elementos o, mejor dicho,
haciéndola depender de la relación con los otros, a partir de la enfermedad
degenerativa del padre de Mateo. La pérdida de la memoria, conciencia y el
resto de elementos fruto de la enfermedad no aniquila su humanidad. Y esto en
dos elementos clave: la propia condición de “máquina blanda” y de la existencia
a través de los otros en las relaciones sociales.
La segunda contradicción es la
que se establece entre las mismas relaciones sociales de producción: la novela
se plantea como una solicitud de empleo a Google.
Google, que aquí funciona como
elemento externo que permite la unión (tercero excluido y tercero excluyente): en
primer lugar, es Google quien (lo que) permite la producción de un discurso
común de Olga y Mateo y, en segundo término, es el receptor del texto escrito.
De hecho, incluso se permite aparecer, a través de uno de sus empleados, como
narrador del texto.
No me resisto a hacer una lectura
de alianza de clases como la principal consecuencia de la generación de este
tercero excluido. La relación entre Olga y Mateo, de la que se ha resaltado
particularmente la diferencia de edad, lo es entre distintas clases sociales
(pequeña burguesía propietaria, con sus altibajos, y clase obrera). Google
genera su vínculo, su alianza en la escritura. Los propios conflictos dentro de
esta alianza en el final de la primera parte: la diferencia entre la necesidad
de un puesto de trabajo de Mateo y la no necesidad del mismo por parte de Olga.
Pero también permite la reflexión
dentro de esta alianza sobre uno de los elementos claves de la construcción de
la ideología burguesa: el mérito. El mérito que, desde la ideología burguesa
sería la que establecería la distribución de los agentes dentro de la sociedad:
cada uno alcanza hasta donde su mérito lo ha llevado.
Quédate este día y esta noche conmigo desarticula la trama
ideológica del mérito desde distintos ángulos que quizá queden recogidos de la
mejor manera en este fragmento que reproduzco:
Su ventaja es que los datos, cuando te
atrevas a mirarlos sin sesgo, sin enmascaramiento, te mostrarán que el mérito
no existe, el talento no es propio, ni siquiera el esfuerzo para alimentarlo,
la capacidad de concentración o la energía, la experiencia o la oportunidad.
Pero esos mismos datos, lo mires como los mires, nunca te negarán que exista la
desesperación.
¿Cómo surgieron las cosas, las
creencias, las teorías? ¿Cómo se fue pasando de vivir para alimentarse a vivir
también para explicar el mundo, para tratar de comprender? Todavía no puedes
analizarlos, Google. Careces de un modelo matemático inverso que sepa
conducirte a esas zonas donde la sociedad humana produjo cambios de estado,
comunidades no tan injustas, humor, familias no tan injustas, compasión, leyes
no tan injustas, alegría, física y matemáticas, formas de la verdad. […]
Para que se aboliera la esclavitud, para
que se enunciara el derecho universal a la educación o al voto, para comprender
que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol no sólo fueron necesarias las
voces de los investigadores, de las sufragistas, de los científicos y los
activistas, hicieron falta también y sobre todo cientos de miles de mujeres y
hombres cultivando el trigo, fabricando tinta, papel, limando los cristales que
un día serían lentes de telescopios. Y la razón -¿o habrá que decir los
propietarios de la razón?- esperaba sobre su montura, tan cobarde como los
generales. (p. 170-1)
El fragmento es lo
suficientemente explícito: vincula las transformaciones sociales a la división social del trabajo, es decir, a la lucha de clases. Y la particularidad de la lucha de clases es que como contradicción no requiere ningún tercero excluido. Su lucha es interna: unos trabajan y otros se apropian del trabajo. El último párrafo del fragmento que he citado impide cualquier lectura humanista o historicista de las transformaciones sociales: es la misma lucha de clases que, en su dinámica interna, la que los produce. Asi, pues, el mundo no es el lugar "donde se ejerce la libertad" (un poco a la lectura de Sartre de Marx), sino que son las propias relaciones sociales de producción las que nos (re)producen.
Pero yerraríamos también si leemos este fragmento de una manera determinista. Esta contradicción, por el
contrario, es mucho más compleja porque aterriza como el clinamen[1]
en la difícil relación entre las relaciones sociales de producción y la libertad de los agentes individuales: la
paradoja de una libertad determinada o, para jugar la expresión de Engels,
libertad en la necesidad.
Puede suceder que, más que libres, los
seres humanos sean simplemente probables, volátiles, carentes de una
explicación. Podrías, por un momento, renunciar: entregarte al temblor, a ese
murmullo aleatorio de fondo que envuelve a los humanos mientras viven y les da
menos miedo que el silencio. (p. 176)
Es en la posibilidad de establecimiento
de nuevas estructuras -formas de relaciones sociales- donde se producen los
comportamientos no mercantiles: la intimidad (la amistad o el amor). Sólo así
podemos entender que en las palabras claves que al comienzo de su informe la
trabajadora de Google sobre el texto de Mateo y Olga incluya la palabra pizza.
Palabras clave: mérito, libre
albedrio, amistad, historia, pizza, robot. (p. 13)
La pizza, que aparece en esta
línea casi como en uno de esos juegos lingüísticos en los que hay que señalar
la palabra que no pertenece al campo semántico, es, sin embargo, muy
significativo. La relación de Olga y Mateo es la amistad. Por su parte, la
pizza simboliza el amor. No aparece en ninguna de las conversaciones entre
Mateo y Olga (de hecho, se obvia explícitamente las relaciones sexuales de cada
uno de ellos), hasta que en la vida de Mateo se cruza la trabajadora de una
pizzería con la que se cierra la novela.
Dicho de otro modo, Quédate este día y esta noche conmigo es
una historia de diferentes tipos de amor como salvaguarda contra las relaciones
sociales de producción.
[1] .- La
propia Belén Gopegui utiliza este término de la física de Epicuro en Quédate este día y esta noche conmigo: grosso modo el clinamen es la desviación
espontánea de un átomo que provocaría nuevas relaciones causales. Louis Althusser
en Por un materialismo aleatorio utilizará
este término para modificar en parte sus posturas previas posiblemente muy pesimistas.
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