jueves, 5 de octubre de 2017

ALGUNOS PUNTOS OSCUROS DE EL CUENTO DE LA CRIADA



Obreros libres en el doble sentido de que no figuran directamente entre los medios de producción, como los esclavos, los siervos, etc., ni cuentan tampoco con medios de producción de su propiedad como el labrador que trabaja su propia tierra, etc.; libres y desheredados. Con esta polarización del mercado de mercancías se dan las condiciones fundamentales de la producción capitalista.
Karl Marx, El Capital, Libro I
para paula se ha hundido el mundo, pero no importa, porque el mundo de todas formas jamás le ha pertenecido en lo más mínimo a paula.
Elfriede Jelinek, Las amantes

            El cuento de la criada ha sido una serie destacada por el feminismo por diversas y muy relevantes razones. Entre ellas el retorno (en España no tan lejano) del tiempo en el que las mujeres no podían tener propiedades o cuentas bancarias, la falta de libertad de movimientos, acceso al trabajo…, pero particularmente el control estatal de la maternidad. Porque, en estricto, no se relata en la serie el control masculino de la maternidad, sino el sometimiento de las mujeres fértiles al Estado de forma que los hijos de éstas pasan a ser propiedad de quienes detentan el poder del Estado y los hijos que nacieron antes del cambio de gobierno son acogidos en una especie de internados donde el Estado se ocupa de su educación (la visita a la Hannah en el capítulo 9). Si bien es cierto que este matiz podría ser considerado como una metáfora del control masculino en general, entiendo que esta extensión no está justificada.
Y no lo está por los siguientes puntos oscuros:
            Mercancías o la nostalgia de la democracia liberal: Una de las imágenes más llamativas del primer episodio se produce en el supermercado (lugar de encuentro reiterado en los distintos episodios de las criadas dado que es el único encuentro público sin señoras) es los estantes de mercancías: las mercancías en los expositores se presentan de una manera homogénea e indistinta. Es cierto que se muestran de fondo con el objetivo, posiblemente, de recalcar lo ominoso del régimen teocrático (como se exhiben en el cine los supermercados de los países del Pacto de Varsovia o en los noticiarios los supermercados venezolanos); pero su funcionamiento ideológico es fundamental, puesto que opone el régimen de libertad de elección (las mujeres son libres de practicar su orientación sexual, tienen acceso a drogas, a cafeterías, a sus cuentas bancarias, a sus profesiones, etc., que siempre se muestran en un tono sepia idílico) a la autoridad política que borra toda capacidad de elección entre diferencias (la clave del capital monopolista en la producción de mercancías es la diferencia entre productos similares, nunca su indistinción).
La serie presenta frente a la distopía estatal totalizadora nuestro presente como utopía realizada (ni Fukuyama y el Lyotard lo tuvieron nunca tan claro).


 
            Contra la regulación del Estado: Esta misma regulación sobre la maternidad se extiende a la regulación sobre el medio ambiente. El cuento de la criada plantea que el alarmante crecimiento de la infertilidad y de las malformaciones en los fetos se produjo por el aumento de la contaminación. Y, más allá de la guerra (que no aparece salvo en la forma de aparato policial) y del control de la mujer, la política del gobierno teocrático es la reducción drástica de la contaminación. En un momento se ufanan de haber reducido la contaminación un 73% en dos años, en otro, de haber destruido una amplia extensión urbana para construir un parque de energía solar. Aparentemente, no debería haber conexión entre las dos políticas, una ecológica y otra de natalidad, pero de hecho existe por un lazo común: ambas constituyen intervenciones del Estado en la regulación del mercado.
            Y esta añoranza de la retirada neoliberal del Estado, que identifica la intervención política en las decisiones íntimas (la orientación sexual particularmente) con las políticas públicas (el medio ambiente) es, reitero, el sostén ideológico sobre el que se construye la defensa de la libertad de la mujer en El cuento de la criada.
            Medio de producción y fuerza libre de trabajo: Desde una perspectiva de clase es importante que distingamos entre medio de producción y fuerza de trabajo. El esclavo y el siervo son medios de producción por su distinta relación de propiedad, mientras que el trabajador ha de ser libre para vender su capacidad de trabajo en el mercado. Esto es de lo que se priva a las criadas. Las criadas no pueden disponer libremente de sus órganos reproductivos (y además se les niega el placer para que no accedan al mercado sexual), pero no como trabajadores, sino como siervos o esclavos, es decir, como medios de producción.
            Se podría argumentar contra esta tesis el momento (capítulo 6) en el que se intuye que las criadas van a pasar, puesto que carecen de libertad, a ser directamente mercancías que se compran y se venden. Pero es un refuerzo de la tesis anterior: las criadas no son fuerza de trabajo que vende por un tiempo acotado su capacidad de trabajar o de reproducir (su vida en definitiva), son mercancías que es la forma que la esclavitud asume bajo el dominio del modo de producción capitalista.
Y esta diferencia revienta como contradicción supuestamente resuelta -en su estructura narrativa- en el mismo capítulo. El Estado que acude al gobierno teocrático para la compra de criadas no es otro que México, exportadora de mano de obra barata y desde hace un tiempo recurso para la compra de vientres de alquiler a bajo precio (por ejemplo, se puede ver la normalidad de la compra de niños y la explotación de la mujer pobre fértil en la pareja homosexual de Modern family). Es un pequeño matiz, pero central. La denuncia de El cuento de la criada no es por la compra/venta de bebés o la explotación de la capacidad gestante de las mujeres para otras personas. De hecho, no sólo se obvia esta situación real y que lleva a muchas mujeres pobres a vender su capacidad de reproducción (eso sí, como fuerza libre de trabajo), para sostener una supuesta distopía en el que las mujeres son medio de producción o, en las relaciones de producción capitalistas, mercancía. La compra/venta de la maternidad no se muestra cuando equivale a un precio entre 80 000 y 240 000 euros, pero sí cuando es usurpada por el poder estatal.
            Lucha de clases: Quizá la clave de este matiz se encuentre en la posición de clase de las criadas que pertenecen a profesiones liberales y acomodadas socialmente frente a la criada lumpen que advierte a la protagonista de que la situación de propiedad de criada supone una mejora considerable respecto a su situación anterior en la que vendía su sexo por dinero o drogas. Otra vez fuerza de trabajo libre, otra vez la necesidad, otra vez la pobreza en esta ocasión sí mostrada pero para ser inmediatamente repudiada por servil.
La escena en la que se descubre el prostíbulo es, sin duda, otra clave para mostrar la posición de clase de las esclavas, en este caso meramente sexuales, bajo el gobierno teocrático. Las esclavas sexuales del prostíbulo, al que sólo acceden los gerifaltes del gobierno, son mujeres que por su inteligencia y belleza divierten a los hombres en distintos aspectos, también el intelectual (que el comandante de la protagonista juegue con la criada al Scrabble) porque entre ellas hay incluso “catedráticas de sociología”.
El panorama general de los prostíbulos en los que se explota a las mujeres, en general, actualmente no presenta precisamente esa imagen.



            La rebelión individual: El último episodio de El cuento de la criada construye la revuelta de las criadas contra el poder. Hay incluso un aparente acto colectivo cuando las criadas se niegan a lapidar a una compañera por tratar de suicidarse (otra vez el eje ideológico es la condena del medio de producción frente a la fuerza de trabajo libre). Sin embargo, ese acto colectivo no es un acto decidido colectivamente, sino que, siguiendo el modelo general de la cinematografía épica norteamericana es un acto individual (dos de las criadas se oponen públicamente a la lapidación) que es seguido por el resto. Durante un momento se podría pensar que es el modelo del héroe no muy diferente al que en Rocky IV consigue que los soviéticos aplaudan enfervorecidos a Balboa cuando noquea al malvado comunista. Pero se parece mucho más al momento en el que en El club de los poetas muertos los estudiantes rompen los libros al dictado, supuestamente liberador, de romper los libros de Historia de la Literatura: es la libertad de las clases acomodadas lo que está en juego en la serie, no la explotación de la mujer en las relaciones de producción capitalistas (división sexual del trabajo, oposición privado/público, situación de las mujeres de la clase trabajadora).
            Su propio final (al menos para los que esperábamos que el Mayday no fuese sólo un fantasma que, como el primer personaje que pertenece a la resistencia, parece haber sufrido una ablación) es síntoma de todos estos puntos negros. La serie se cierra porque la criada es detenida por haberse negado a lapidar a su compañera (bueno, habrá que esperar en este punto a qué ofrece la segunda temporada).
Esto es abandona el miedo y, una vez perdido el Estado carece de poder sobre su conciencia, es decir, recobra su libertad individual carente de cualquier cariz colectivo.
En definitiva, estos puntos oscuros de El cuento de la criada descubren la construcción de un feminismo de clase que, para sostenerse, debe esconder bajo un manto de libertad individual acosada por el Estado la explotación de las mujeres de las clases populares: la prostitución, la compra-venta capitalista de la maternidad o cualquier otra forma de explotación de la mujer basada en la compra de fuerza de trabajo libre.