Apenas
terminé Retorno a Atenas de José Luis
Moreno Pestaña, comencé Lectura fácil
de Cristina Morales. En las primeras páginas de la novela se recoge una
hilarante acta de una asamblea libertaria del movimiento okupa de Barcelona.
Aunque ya tenía en mente tomar unas cuantas anotaciones sobre el ensayo de
Moreno Pestaña para mi propia militancia, la verosimilitud del capítulo de Lectura fácil ha terminado por decantar
que escriba estas líneas con mayor o, seguramente, menor fortuna.
Retorno a Atenas. La democracia como
principio antioligárquico es una lectura imprescindible; pero no, o no
exclusivamente, para la comprensión del funcionamiento de la democracia
ateniense y su relación con los movimientos populares hoy, es imprescindible
también para los militantes, como es mi caso, que se sienten concernidos por la
tradición leninista.
José
Luis Moreno Pestaña realiza un análisis de las asambleas a partir de la
incitación/disuasión a la participación que se produciría a través de tres
mecanismos: conocimiento, es decir, la función de los expertos en la asamblea;
motivación, es decir, la garantía de la palabra o de trayectoria política
dentro de la asamblea; y la moral, la eticidad que articula la participación
política. Insisto en que Retorno a Atenas
se va a volcar en los mecanismos de incitación/disuasión de participación en la
asamblea. Por eso, por ejemplo, no ahonda sobre los procedimientos de
revocación que tan centrales son para otras garantías del funcionamiento
democrático en el análisis de Marx de la Comuna parisina. Aunque en el capítulo
II, a partir de la lectura foucaultiana de Edipo
Rey, se habla del chivo expiatorio y del ostracismo.
Los
mecanismos de incitación/disuasión los analizará no exclusivamente sobre los
textos griegos sino estos junto a la lectura que de la democracia en Atenas se
realiza en Francia en la década de los setenta y ochenta por Foucault,
Castoriadis y Rancière. Este punto intermedio, el análisis de Moreno Pestaña
desemboca en las asambleas del 15M, es fundamental por dos aspectos. Por un
lado, recoge la producción de tres pensadores (sin reducirse a ellos, Retorno a Atenas recoge gran parte del
pensamiento político francés, y no sólo francés, de la época) que atravesaron
el marxismo para desembocar en otras posiciones políticas. Una relación
singular con el neoliberalismo en el caso de Foucault, la radicalización de
democrática de Castoriadis y Rancière (la parte de los sin parte). Foucault,
que pasó de un radicalismo que sobrepasaba el maoísmo en su apogeo a posiciones
cercanas al neoliberalismo, la lectura de Foucault lo que señale alguna de las
principales dificultades o tendencias aristocráticas a las que se enfrenta la
democracia, por otro.
Advierto,
antes de entrar en materia, que los elementos que abordo están terriblemente
sesgados por mi propia trayectoria militante.
Es una
constante en Retorno a Atenas el
intento de discriminar las consecuencias para la democracia de las funciones
que asuma el <<experto>>. Si el experto ocupa la posición del
gestor, aquel que sabe qué hay que hacer, elimina, dado que no cabe la
discusión, la función de la política o despolitiza la política. Retorno a Atenas retorna (perdonad el
chiste) continuamente a la máxima de que es el arquitecto quien edifica pero es
la asamblea quien decide cuántas casas hay que realizar. En este sentido, se
llega a vincular el funcionamiento ideológico de un tipo de <<liberalismo
utópico>> en el que el mercado se regularía completamente por sí mismo,
es decir, sin política, con una pulsión dentro del marxismo (de una lectura
mecanicista del marxismo, diría yo) en el que el conocimiento científico
sustituiría la democracia: no necesitamos el debate porque poseemos la luz de
la verdad científica. Así, en relación con las ideas de Castoriadis: En tal contexto la democracia puede ser un
procedimiento pedagógico, mientras las masas se habitúan a reconocer la verdad,
y los dirigentes saben mostrársela, pero es una instancia que debe desaparecer.
El marxismo continúa la idea cientificista, propia del imaginario capitalista,
de una política sobrante: son las leyes de la economía las que importan, ya sea
porque apaciguan las pasiones en las equivalencias del mercado (versión
liberal), ya sea porque propulsa la revolución (en la versión marxista).
Tendencias fuertes en el liberalismo y marxismo apuntan a la tecnocracia
sansimoniana, a su reducción a la nada del gobierno. (p. 103)
La
política sobrante en el caso del marxismo significa también que toda disidencia
política se convierte de hecho en <<objetivamente>>
contrarrevolucionaria. En cierto momento de la Unión Soviética incluso la biología
tuvo que adecuarse a una premisa de la ciencia <<marxista>>: el
caso Lyssenko. Es este mito [el del
gobierno científico] es el que permite
prescindir de la democracia. (p. 230). José Luis Moreno Pestaña es
consciente de esta consecuencia de la sustitución de la política por un
cientificismo, por ello vuelve a la Unión Soviética en el capítulo VII vinculándolo
a la moral democrática. El ethos de
la democracia ateniense sería la parresía,
la franqueza: la capacidad de decir la verdad (frente a la adulación al poder o
el miedo a su ejercicio). En este capítulo la parresía, la franqueza, la representaría Bujarin: La gente tiene miedo de expresarse, de
criticar. Si el laboratorio intelectual del centro ha sido destruido, si no
podemos debatir las cuestiones políticas más importantes de forma abierta y sin
temor, entonces el país está en peligro. [cita de Bujarin, p. 233] Bujarin,
ajusticiado en el 38 dentro de los procesos de Moscú, denuncia la encrucijada
del discurso científico y el miedo a decir la verdad política bajo el
estalinismo: la campaña de
industrialización forzosa impulsada por Stalin en los años treinta fue un perfecto
ejemplo de la creencia en que un país puede cambiarse por la acción racional de
una elite política. Los objetivos planteados eran demasiado ambiciosos y no
podían ser cumplidos. Como quienes los criticaban eran acusados de traición,
acabaron generando una cultura del miedo y la mentira […] Además de la
brutalidad de los métodos del gobierno existía un problema de orden epistémico:
no se sabía, entre la maraña de informes falsos y denuncias paranoicas, qué
estaba sucediendo. [p. 233]
Me
parece central, y aquí salgo del texto de Retorno
a Atenas, la referencia a Bujarin. La posición de Bujarin desde la muerte
de Lenin es la del mantenimiento de la NEP (industria ligera que permitiera a
los campesinos un comercio de bienes con un intercambio desigual que controlase
al mismo tiempo el enriquecimiento de los kulaks y el desarrollo urbano, convivencia
del pequeño capital privado con el control estatal de la economía…); frente a
ella la posición del grupo de oposición trotskista proponía el mantenimiento de
los precios altos para los productos industriales (un intercambio desigual
brusco que fortaleciese la ciudad y el proletariado urbano). Stalin, que hasta el
destierro de Trotski mantuvo la posición de Bujarin, viró hacia una versión
extrema de la versión izquierdista, ya que además se vinculaba con la requisa
de grano. La defensa de Bujarin es también la defensa de otro funcionamiento
del Estado y del mercado bajo el socialismo que entroncaría con la lectura
sobre la función de los expertos del capítulo III. En un sentido parecido se
mueve la última recuperación (ya ha intentado varias en distintas direcciones)
de Lenin que hace Žižek en Territorios
inexplorados.
Ya de regreso
al texto, la parresía, esa capacidad
para la franqueza, es analizada por Foucault como una forma no democrática,
sino aristocrática de funcionamiento de la misma: Las condiciones de la parresía
son muy restrictivas y pueden cancelar la legitimidad. Como esa legitimidad no
se encuentra al alcance de cualquiera, solo queda hablar con miedo,
exponiéndose al descrédito. Imponerse por la fuerza equivale a confesar la propia
impotencia. Impotencia para disputarse, en un marco abierto, el poder con
otros. Porque de facto, insiste
Foucault, en ese espacio competitivo gobiernan los mejores (caso de Pericles),
siempre sometidos no solo al riesgo de la humillación infringida por un
competidor sobresaliente, sino al ostracismo, la expulsión de la ciudad,
institución ateniense que Foucault cita sin mayores precisiones. (pp.
168-9)
Dicho de otro
modo, según Foucault, el coste de acceso a la parresía es tan alto que finalmente se impone un sesgo aristocrático
a la participación en la asamblea ateniense, que se puede leer sin dificultad
como clasista a su vez. La tesis de
Foucault de una política competitiva en la que funcionasen marcadores de clase
no tiene nada de descabellada. [p. 180] De hecho, esos costes de acceso a
la vida política son fundamentales para entender la democracia hoy, tanto la
partidista como la de los movimientos populares. Es fácil detectar dentro de una parte de los movimientos populares
procesos de colonización sectaria y de expulsión de quienes carecen de ocio,
posibilidades económicas, cargas familiares o de cliques que vuelvan
satisfactoria su participación. En la democracia representativa un grupo muy
pequeño, pero bien organizado, puede adquirir una enorme relevancia, si sabe
centrarse en los puntos sensibles de la disputa por el poder. [p. 281]
José Luis
Moreno Pestaña objeta a esta lectura aristocrática, weberiana, de la democracia
ateniense de Foucault que olvida los mecanismos que la propia democracia griega
opuso a esta tendencia dentro de su funcionamiento: desde la reforma de
Clístenes, que llega a reorganizar la clasificación de las tribus atenienses,
a, principalmente, el sorteo, la rotación y el salario.
El sorteo, la
rotación y el salario tienen la función de reducir los costes de acceso a las
clases populares, de que las trayectorias políticas no estén tan sujetas a las
lealtades que premien la adulación o el miedo ante la parresía. En términos
democráticos, incluido el sorteo, persiguen la disolución de cuantos vínculos
de privilegio puedan alcanzarse por acceso al capital político. [p. 133]
Y Retorno a Atenas nos propone la
recuperación de estos procedimientos para evitar estos mismos problemas que se
dan en las asambleas, partidos y organizaciones populares actualmente. El
desgaste de las asambleas populares nacidas el 15M puede entenderse también
como una institucionalización paralizante en Podemos, como el paso del flujo al
reflujo en los movimientos populares (explicaciones ambas con elementos válidos
pero peligrosas de caer en el mecanicismo o el fatum), pero también como un proceso de disuasión de la participación
(formas aristocráticas en el coste de acceso, privilegio de los grupos
organizados, etc.), que podrían haberse contrarrestado, como en la democracia
ateniense. Idear un dispositivo sorteado
de control de la agenda y los debates de las asambleas, o de las coordinaciones
de las asambleas, quizá pudo mejorar la calidad de los debates y del cierre de
los mismos. Pero ello hubiese supuesto disciplinar la política e intentar
liberarla de todo cuanto convierte a los debates en expresión de estados de ánimo,
o exposición de las doctrinas que cada cual, identificándolas con su biografía,
propone para la salvación de la humanidad. Sin duda, el rigor organizativo
democrático siempre solivianta a quienes rugen contra las relaciones de poder,
invocando la popularizada expresión que desgraciadamente hemos heredado de la
época ultraizquierdista de Foucault. Buena parte del arsenal procedente de la
cultura terapéutica tampoco habría encontrado curso fácil. Quienes se amparaban
en ella para sus intervenciones, también se hubieran rebelado. Y, sobre todo,
un dispositivo sorteado de control del debate dislocaría el imaginario técnico
que organiza nuestro tiempo: la idea de que el saber experto tiene soluciones
para todo, basta con seleccionarlo y encontrar a quienes, con credenciales
universitarias o sin ellas, nos lo legan sin querer obtener privilegios.
[pp. 283-4]
Estoy
completamente de acuerdo con el diagnóstico y la posible solución que propone
José Luis Moreno Pestaña. Sólo añadiría que otro coste central de acceso a la
participación política en asambleas (que afecta a trabajadores a tiempo
completo y personas -principalmente mujeres- con personas a su cargo) y es la
carencia de tiempo. Entiendo que sería central para reducir el coste de acceso
a la asamblea política (no todos somos los protagonistas de La noche de los proletarios) la
reducción drástica de la jornada laboral.
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