jueves, 7 de noviembre de 2019

Retorno a Atenas: El sorteo, la franqueza y una pizca de Unión Soviética


                Apenas terminé Retorno a Atenas de José Luis Moreno Pestaña, comencé Lectura fácil de Cristina Morales. En las primeras páginas de la novela se recoge una hilarante acta de una asamblea libertaria del movimiento okupa de Barcelona. Aunque ya tenía en mente tomar unas cuantas anotaciones sobre el ensayo de Moreno Pestaña para mi propia militancia, la verosimilitud del capítulo de Lectura fácil ha terminado por decantar que escriba estas líneas con mayor o, seguramente, menor fortuna.

                Retorno a Atenas. La democracia como principio antioligárquico es una lectura imprescindible; pero no, o no exclusivamente, para la comprensión del funcionamiento de la democracia ateniense y su relación con los movimientos populares hoy, es imprescindible también para los militantes, como es mi caso, que se sienten concernidos por la tradición leninista.
                José Luis Moreno Pestaña realiza un análisis de las asambleas a partir de la incitación/disuasión a la participación que se produciría a través de tres mecanismos: conocimiento, es decir, la función de los expertos en la asamblea; motivación, es decir, la garantía de la palabra o de trayectoria política dentro de la asamblea; y la moral, la eticidad que articula la participación política. Insisto en que Retorno a Atenas se va a volcar en los mecanismos de incitación/disuasión de participación en la asamblea. Por eso, por ejemplo, no ahonda sobre los procedimientos de revocación que tan centrales son para otras garantías del funcionamiento democrático en el análisis de Marx de la Comuna parisina. Aunque en el capítulo II, a partir de la lectura foucaultiana de Edipo Rey, se habla del chivo expiatorio y del ostracismo.
                Los mecanismos de incitación/disuasión los analizará no exclusivamente sobre los textos griegos sino estos junto a la lectura que de la democracia en Atenas se realiza en Francia en la década de los setenta y ochenta por Foucault, Castoriadis y Rancière. Este punto intermedio, el análisis de Moreno Pestaña desemboca en las asambleas del 15M, es fundamental por dos aspectos. Por un lado, recoge la producción de tres pensadores (sin reducirse a ellos, Retorno a Atenas recoge gran parte del pensamiento político francés, y no sólo francés, de la época) que atravesaron el marxismo para desembocar en otras posiciones políticas. Una relación singular con el neoliberalismo en el caso de Foucault, la radicalización de democrática de Castoriadis y Rancière (la parte de los sin parte). Foucault, que pasó de un radicalismo que sobrepasaba el maoísmo en su apogeo a posiciones cercanas al neoliberalismo, la lectura de Foucault lo que señale alguna de las principales dificultades o tendencias aristocráticas a las que se enfrenta la democracia, por otro.

                Advierto, antes de entrar en materia, que los elementos que abordo están terriblemente sesgados por mi propia trayectoria militante.
Es una constante en Retorno a Atenas el intento de discriminar las consecuencias para la democracia de las funciones que asuma el <<experto>>. Si el experto ocupa la posición del gestor, aquel que sabe qué hay que hacer, elimina, dado que no cabe la discusión, la función de la política o despolitiza la política. Retorno a Atenas retorna (perdonad el chiste) continuamente a la máxima de que es el arquitecto quien edifica pero es la asamblea quien decide cuántas casas hay que realizar. En este sentido, se llega a vincular el funcionamiento ideológico de un tipo de <<liberalismo utópico>> en el que el mercado se regularía completamente por sí mismo, es decir, sin política, con una pulsión dentro del marxismo (de una lectura mecanicista del marxismo, diría yo) en el que el conocimiento científico sustituiría la democracia: no necesitamos el debate porque poseemos la luz de la verdad científica. Así, en relación con las ideas de Castoriadis: En tal contexto la democracia puede ser un procedimiento pedagógico, mientras las masas se habitúan a reconocer la verdad, y los dirigentes saben mostrársela, pero es una instancia que debe desaparecer. El marxismo continúa la idea cientificista, propia del imaginario capitalista, de una política sobrante: son las leyes de la economía las que importan, ya sea porque apaciguan las pasiones en las equivalencias del mercado (versión liberal), ya sea porque propulsa la revolución (en la versión marxista). Tendencias fuertes en el liberalismo y marxismo apuntan a la tecnocracia sansimoniana, a su reducción a la nada del gobierno. (p. 103)
                La política sobrante en el caso del marxismo significa también que toda disidencia política se convierte de hecho en <<objetivamente>> contrarrevolucionaria. En cierto momento de la Unión Soviética incluso la biología tuvo que adecuarse a una premisa de la ciencia <<marxista>>: el caso Lyssenko. Es este mito [el del gobierno científico] es el que permite prescindir de la democracia. (p. 230). José Luis Moreno Pestaña es consciente de esta consecuencia de la sustitución de la política por un cientificismo, por ello vuelve a la Unión Soviética en el capítulo VII vinculándolo a la moral democrática. El ethos de la democracia ateniense sería la parresía, la franqueza: la capacidad de decir la verdad (frente a la adulación al poder o el miedo a su ejercicio). En este capítulo la parresía, la franqueza, la representaría Bujarin: La gente tiene miedo de expresarse, de criticar. Si el laboratorio intelectual del centro ha sido destruido, si no podemos debatir las cuestiones políticas más importantes de forma abierta y sin temor, entonces el país está en peligro. [cita de Bujarin, p. 233] Bujarin, ajusticiado en el 38 dentro de los procesos de Moscú, denuncia la encrucijada del discurso científico y el miedo a decir la verdad política bajo el estalinismo: la campaña de industrialización forzosa impulsada por Stalin en los años treinta fue un perfecto ejemplo de la creencia en que un país puede cambiarse por la acción racional de una elite política. Los objetivos planteados eran demasiado ambiciosos y no podían ser cumplidos. Como quienes los criticaban eran acusados de traición, acabaron generando una cultura del miedo y la mentira […] Además de la brutalidad de los métodos del gobierno existía un problema de orden epistémico: no se sabía, entre la maraña de informes falsos y denuncias paranoicas, qué estaba sucediendo. [p. 233]
                Me parece central, y aquí salgo del texto de Retorno a Atenas, la referencia a Bujarin. La posición de Bujarin desde la muerte de Lenin es la del mantenimiento de la NEP (industria ligera que permitiera a los campesinos un comercio de bienes con un intercambio desigual que controlase al mismo tiempo el enriquecimiento de los kulaks y el desarrollo urbano, convivencia del pequeño capital privado con el control estatal de la economía…); frente a ella la posición del grupo de oposición trotskista proponía el mantenimiento de los precios altos para los productos industriales (un intercambio desigual brusco que fortaleciese la ciudad y el proletariado urbano). Stalin, que hasta el destierro de Trotski mantuvo la posición de Bujarin, viró hacia una versión extrema de la versión izquierdista, ya que además se vinculaba con la requisa de grano. La defensa de Bujarin es también la defensa de otro funcionamiento del Estado y del mercado bajo el socialismo que entroncaría con la lectura sobre la función de los expertos del capítulo III. En un sentido parecido se mueve la última recuperación (ya ha intentado varias en distintas direcciones) de Lenin que hace Žižek en Territorios inexplorados.
Ya de regreso al texto, la parresía, esa capacidad para la franqueza, es analizada por Foucault como una forma no democrática, sino aristocrática de funcionamiento de la misma: Las condiciones de la parresía son muy restrictivas y pueden cancelar la legitimidad. Como esa legitimidad no se encuentra al alcance de cualquiera, solo queda hablar con miedo, exponiéndose al descrédito. Imponerse por la fuerza equivale a confesar la propia impotencia. Impotencia para disputarse, en un marco abierto, el poder con otros. Porque de facto, insiste Foucault, en ese espacio competitivo gobiernan los mejores (caso de Pericles), siempre sometidos no solo al riesgo de la humillación infringida por un competidor sobresaliente, sino al ostracismo, la expulsión de la ciudad, institución ateniense que Foucault cita sin mayores precisiones. (pp. 168-9)
Dicho de otro modo, según Foucault, el coste de acceso a la parresía es tan alto que finalmente se impone un sesgo aristocrático a la participación en la asamblea ateniense, que se puede leer sin dificultad como clasista a su vez. La tesis de Foucault de una política competitiva en la que funcionasen marcadores de clase no tiene nada de descabellada. [p. 180] De hecho, esos costes de acceso a la vida política son fundamentales para entender la democracia hoy, tanto la partidista como la de los movimientos populares. Es fácil detectar dentro de una parte de los movimientos populares procesos de colonización sectaria y de expulsión de quienes carecen de ocio, posibilidades económicas, cargas familiares o de cliques que vuelvan satisfactoria su participación. En la democracia representativa un grupo muy pequeño, pero bien organizado, puede adquirir una enorme relevancia, si sabe centrarse en los puntos sensibles de la disputa por el poder. [p. 281]
José Luis Moreno Pestaña objeta a esta lectura aristocrática, weberiana, de la democracia ateniense de Foucault que olvida los mecanismos que la propia democracia griega opuso a esta tendencia dentro de su funcionamiento: desde la reforma de Clístenes, que llega a reorganizar la clasificación de las tribus atenienses, a, principalmente, el sorteo, la rotación y el salario.
El sorteo, la rotación y el salario tienen la función de reducir los costes de acceso a las clases populares, de que las trayectorias políticas no estén tan sujetas a las lealtades que premien la adulación o el miedo ante la parresía. En términos democráticos, incluido el sorteo, persiguen la disolución de cuantos vínculos de privilegio puedan alcanzarse por acceso al capital político. [p. 133]

Y Retorno a Atenas nos propone la recuperación de estos procedimientos para evitar estos mismos problemas que se dan en las asambleas, partidos y organizaciones populares actualmente. El desgaste de las asambleas populares nacidas el 15M puede entenderse también como una institucionalización paralizante en Podemos, como el paso del flujo al reflujo en los movimientos populares (explicaciones ambas con elementos válidos pero peligrosas de caer en el mecanicismo o el fatum), pero también como un proceso de disuasión de la participación (formas aristocráticas en el coste de acceso, privilegio de los grupos organizados, etc.), que podrían haberse contrarrestado, como en la democracia ateniense. Idear un dispositivo sorteado de control de la agenda y los debates de las asambleas, o de las coordinaciones de las asambleas, quizá pudo mejorar la calidad de los debates y del cierre de los mismos. Pero ello hubiese supuesto disciplinar la política e intentar liberarla de todo cuanto convierte a los debates en expresión de estados de ánimo, o exposición de las doctrinas que cada cual, identificándolas con su biografía, propone para la salvación de la humanidad. Sin duda, el rigor organizativo democrático siempre solivianta a quienes rugen contra las relaciones de poder, invocando la popularizada expresión que desgraciadamente hemos heredado de la época ultraizquierdista de Foucault. Buena parte del arsenal procedente de la cultura terapéutica tampoco habría encontrado curso fácil. Quienes se amparaban en ella para sus intervenciones, también se hubieran rebelado. Y, sobre todo, un dispositivo sorteado de control del debate dislocaría el imaginario técnico que organiza nuestro tiempo: la idea de que el saber experto tiene soluciones para todo, basta con seleccionarlo y encontrar a quienes, con credenciales universitarias o sin ellas, nos lo legan sin querer obtener privilegios. [pp. 283-4]
Estoy completamente de acuerdo con el diagnóstico y la posible solución que propone José Luis Moreno Pestaña. Sólo añadiría que otro coste central de acceso a la participación política en asambleas (que afecta a trabajadores a tiempo completo y personas -principalmente mujeres- con personas a su cargo) y es la carencia de tiempo. Entiendo que sería central para reducir el coste de acceso a la asamblea política (no todos somos los protagonistas de La noche de los proletarios) la reducción drástica de la jornada laboral.

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